que se deshilachan y no se cortan,
en esos hilos que me ahorcan.
Mis crías
caminaron por la escalera mecánica
de estos dedos torpes.
Sus trinos envolvían
las orillas más remotas del viento.
Venían por mi lengua
y me destrozaron, por fortuna,
los tímpanos.
Así, sorda al mundo, consensuaron
triplicar las plumas por mi cuello.
Sé de sus aromas, de sus vuelos...
Y sé de este cautiverio mudo
al que me condenaron con su partida.
© Danhir Salomón
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