martes, 13 de mayo de 2008

¡ICALEPUTA!


Fue el grito esperanzador que oí de los labios de un niño.


Una niñita, tropezó con unos juguetes y quedó llorando desconsolada a los pies del niño. La maestra, al oír los gritos de la niña, salió del aula y tomó al niño de la oreja para reprenderlo prematuramente sin indagar sobre lo ocurrido.


¡Icaleputa!, grita el niño ganándose, nuevamente, otro tirón de orejas.


Lo observo, a través de las verjas que aíslan el jardín de infantes de la vereda por la que transitaba. No puedo evitar sonreír cuando el niño, al sentir que la maestra no lo suelta, insiste: “¡Icaleputa!”.


Con sus cuatro o cinco años a cuestas, ya comprende el título que le corresponde a quienes abusan de su fuerza. En ese grito de infante cabalgan mis esperanzas por una sociedad que no se deje doblegar y mis sueños cobran nuevas fuerzas. Ojalá su generación no sea como la mía, víctima dócil de injusticias…


Danhir








2 comentarios:

aapayés dijo...

Interesante relato, me sumo a tu esperanza, y a ese grito de lucha por lograr lo mejor para el hombre nuevo.. saludes fraternos...

Nocturna dijo...

Una anécdota de vez en cuando, no viene mal.

Saludos, Adolf...